Las repoblaciones llenaron la sierra de Madrid y Parapanda con tres especies de pinos y algunas zonas con cipreses. La cara sur de Parapanda esta repoblada con pinos de tres especies diferentes, con una edad media que oscila en torno al medio siglo. La primera de estas especies es el pino carrasco (pinus alepensis), la de distribución a más baja altura y la que peor soporta el frío. A partir de los 1.000 m aparecen pinos rodenos o marítimos (pinus pinaster), y a partir de los 1.300 m se puede observar un bosque de pinos silvestres (pinus silvestris), que no alcanzan su porte máximo debido a la meriodionalidad y la escasez del suelo.
En la sierra de Madrid se encuentra otro pinar importante, mezclado en su cara norte con encinas. Los pinos más viejos y mayores se encuentran en la finca de la Torre, con impresionantes portes que sirven de dormidero a miles de torcaces.
El resto de vegetación forestal es estrictamente matorral mediterráneo, con encinares y coscojales que medran donde los dejan crecer. Así, en Sierra Pelada se conserva un encinar en recuperación de consideración y destacable extensión sobre suelo público, aunque algo seco. En los Tajos de la Pontezuela, aparece un encinar con quéjigos y un rico sotobosque
con labiérnagos (phillerea angustifolia),rusco (ruscus aculeatus), arces (acer monspesulanum), adelfillas (blupeurum fruticosum), madreselvas (lonicera sp) y jaras (cistus sp), junto con apreciables extensiones de cornicabras (pistacea terebintus) y lentiscos (pistacea lentiscus). Y finalmente, en torno al lado oeste de la sierra de Parapanda encontramos encinares acompañados de enebros (juniperus oxicedros) y romero (rosmarinus officinalis).
Pero sin duda, el bosque mediterráneo mejor conservado se encuentra en la ladera norte de la sierra de Madrid, entre las fincas la Rosa, el Espinar, la Noguera y el Barranco. Aquí el bosque es un encinar puro, con escasas especies acompañantes (ruscos, teocrium, loniceras, líquenes y helechos tales como el polipodio y el cenetum). Otros restos de monte aparecen diseminados por el municipio, siendo en su mayoría de escasa relevancia.
Otro ecosistema que en nuestro municipio tiene una presencia destacable es el bosque de ribera. Este cuenta con una representación excepcional a los márgenes del Genil, a su paso por el puente de Castilla, con tarajes centenarios (tamarix sp), álamos blancos y negros (populus alba y p. nigrans), sauces (salix sp) y fresnos (fraxinus angustifolia), junto con un buen cortejo de vegetación ribereña, comenzando en este punto y continuando hasta Villanueva el mejor soto fluvial de la provincia. Los demás arroyos del municipio han sufrido en gran medida la acción humana; aún así, sus espesuras acogen y refrescan a un nutrido grupo de anímales y plantas.
Más habituales en el terreno son los montes bajos: maquis, garrigas y jarales, que jalonan los suelos no cultivados ni transformados por el hombre. También se encuentran aulagares y espartales en algunos montes, como el cerro de la Horca. Los tajos de las Puentezuelas y los Cortijuelos están cubiertos de jarales (cistus albidus y c. salviifolius), mezclados en las zonas más umbrías con lentiscos, cornicabras y restos de vegetación de entorno más húmedo, como madreselvas, ruscos, arces, rosales silvestres, quéjigos o labiérnagos y adelfillas. Y en los cortados del paraje conocido como el Zumacal, entre hiedras y cañarejos (ferula communis) sobrevive un bosque de zumaque (rus coriaria), arbusto empleado en otros tiempos para curtir pieles, lo que le valió el sobrenombre de «árbol de las tenerías”.
En la vertiente norte de Sierra de Madrid, junto a plantaciones de olivares, aparecen setos con encinas (quercus iles rotundifolia), olmos (ulmus minor), majuelos (crataegus monogina), madreselvas y otras muchas especies que condicionan un particular microclima, con pequeños manantiales, que tiene su mejor muestra en el valle del Olivar.
La degradación de los bosques de quejigos en Parapanda dio lugar a espinares con majuelos, rosales silvestres (rosa canina), retamas, arces, madreselvas y plantas de cortejo tales como gamones (asphodelus sp), salvias, torvizcos (daphne gnidium), orquídeas (orquis sp, ophiris, anacampis), peonias (paeonia broteri), narcisos (iris), ranúnculos tomillares, etc. Este hábitat es rico, no sólo en especies vegetales, sino en vertebrados e invertebrados. En Ramos y su área periférica, en otoño se pueden encontrar fácilmente las bayas de majuelos, rosale El olivar es otro de los cultivos introducidos por el hombre. Hay algunos olivos casi milenarios en torno a la Huerta de Lopera, con troncos vencidos al tiempo y abiertos como granadas. En Dehesa Alta (La Jeza) hay un pequeño valle con olivos frondosos y protegidos con setos, majanos y antiguas albercas. Estos olivares pertenecen a una variedad autóctona de Íllora, especialmente adaptada a las condiciones climáticas: el lucios, diferente a las nuevas variedades que se están imponiendo para la producción de aceite (arbequina y marteño).
|